Cuantos veces no hemos escuchado la popular frase que dice “Los hijos son la felicidad del hogar” y cuando hablo de popularidad me refiero a gran parte de latinoamérica donde seguimos con el estereotipo de que a mayor cantidad de hijos (más grande la familia) más feliz se es.

Pues todo parece indicar que para nuestros amigos del lejano oriente la aseveración planteada de los hijos igual a felicidad no les convence del todo, como se nos hace saber a través del portal Yahoo! News Japan. En dicho portal se muestra un artículo que hace referencia a un estudio realizado por la Universidad de Takushoku, en donde se indica que las parejas casadas y con hijos son menos felices que las que no los tienen y también señala que esta sería la razón por la que la tasa de natalidad en Japón está disminuyendo cada año de forma constante.

En el estudio realizado por el profesor Kazuma Sato (no confundir con nuestro héroe renacido y mal criado de KONOSUBA) se revela que las personas que tienen hijos son menos felices que las que no los tienen y que esta tendencia se mantiene incluso después de que los años de crianza hayan pasado y los padres hayan llegado a la vejez.

También se le cuestiona al profesor ¿Cómo afecta la presencia de los hijos a la felicidad de los padres? y él responde lo siguiente:

Esta cuestión se ha examinado en muchos países del mundo, incluido Japón. Los hijos son insustituibles para los padres y aportan muchas alegrías y recompensas en la vida. Por eso, intuitivamente, las personas que tienen hijos deberían tener más posibilidades de ser felices. Sin embargo, muchos estudios realizados en todo el mundo demuestran que las personas que tienen hijos son menos felices, y que el impacto es especialmente mayor para las mujeres que para los hombres. Este resultado es contraintuitivo e impactante. Los estudios que han explorado las causas de la reducción del bienestar de los padres de los niños sugieren que una de las causas es la tensión financiera, de tiempo y física de tener hijos.

También nos explica no solo de la carga social que implica el hecho de ser responsable de otra persona, si no de la económica y afectiva, que muchas veces impacta directamente en cómo percibimos nuestro alrededor:

Criar a un niño requiere comida, ropa, alojamiento y educación, lo que puede suponer una enorme carga económica. En 2020, la tasa de matriculación universitaria en Japón era del 57.7 por ciento para los hombres y del 50.9 por ciento para las mujeres, y aproximadamente la mitad de los estudiantes de preparatoria, tanto hombres como mujeres, irán a la universidad. Esto implica que el coste de la educación tendrá que ser asumido a largo plazo. Cuanto más joven es el niño, más tiempo y esfuerzo físico requiere su cuidado.

Cuando un niño es un bebé o un niño pequeño, es difícil vigilarlo. Necesitan que estés ahí en cada comida, en cada juego, en cada baño y en cada sueño, lo que puede suponer una enorme carga física y de tiempo. A medida que los niños crecen, esta carga disminuye, pero muchos padres todavía tienden a dar prioridad a pasar tiempo con sus hijos y menos tiempo con ellos mismos. Debido a que estas cargas financieras, de tiempo y físicas superan la alegría y la satisfacción de tener hijos, se piensa que las personas que tienen hijos son menos felices.

Como se analiza en un artículo anterior llamado <<La sencilla razón por la que las mujeres con hijos son menos felices>> donde se aborda de manera más minuciosa el porqué de la realidad de que las personas que tienen hijos son menos felices y por qué la tasa de natalidad está disminuyendo más rápidamente y nos dice que el torbellino de la paternidad es duro, pero que es importante ver cómo te va en un momento en el que estás resumiendo tu vida.

Entonces se vuelve a cuestionar al académico acerca de ¿qué impacto tiene tener hijos en la felicidad cuando se llega a la vejez? y responde lo siguiente:

Naturalmente, las cargas financieras, de tiempo y físicas que conlleva la crianza de un hijo cambian a medida que éste crece. Cuando los niños son pequeños, la carga es más temporal y física, y cuando son mayores, la carga es más económica. Cuando los hijos empiezan a trabajar, la carga del cuidado de los niños llega a su fin y te liberas de muchas de estas cargas. Más adelante, cuando el progenitor es mayor, el hijo puede prestarle apoyo de diversas maneras, y viceversa,

El apoyo puede ser económico o incluir ayuda para la vida diaria y los cuidados en el hogar. También se ha sugerido que la presencia de un hijo puede desempeñar un papel importante a la hora de evitar el aislamiento y permitir que las personas se relacionen con otras en la sociedad. De lo anterior se desprende que, a medida que los padres envejecen, la carga de la crianza de los hijos disminuye y, al mismo tiempo, pueden esperar más apoyo de sus hijos. Esto significa que “la presencia de los hijos puede tener un mayor efecto positivo en el bienestar de los padres mayores”. Entonces, ¿por qué esto no ocurre como se supondría?

Por último se habla del cambio generacional y de la manera de pensar de los jóvenes japoneses a lo largo de estos últimos 30 años, donde se están priorizando objetivos personales y de cómo aun en la vejez no se están siendo totalmente satisfechas las personas que en teoría fueron exitosas personalmente, además del tema que hoy en día es primordial a nivel mundial <<El dinero>>.

En Japón, la satisfacción vital de las personas mayores casadas con hijos es menor que la de los hombres y las mujeres del mismo grupo de edades. Por supuesto, el impacto negativo de los hijos en la satisfacción vital es menor que para la población en edad de trabajar. Sin embargo, sigue teniendo un impacto negativo. Es difícil afirmar que la presencia de los hijos haya provocado un aumento de la satisfacción vital entre las personas mayores. Este resultado es bastante impactante, ya que demuestra que, incluso en la vejez, la presencia de hijos deprime la satisfacción vital. Puede haber dos causas para esto.

La primera es el “dinero”. Como ya se ha dicho, aproximadamente la mitad de los estudiantes de preparatoria en Japón van a la universidad. Algunos estudiantes también acuden a institutos y escuelas de formación profesional, y la carga financiera de los costes de la educación es a largo plazo. Estas cargas pueden conducir a una disminución de la cantidad de activos financieros que poseen las personas, lo que a su vez puede reducir su satisfacción con la vida en la vejez.

La segunda razón es el “cambio en la estructura generacional”. En Japón, la burbuja económica estalló a principios de la década de 1990 y le siguió una prolongada recesión. Como resultado, la proporción de jóvenes que trabajan en empleos irregulares ha aumentado y los niveles de ingresos han disminuido. Esta situación puede haber provocado un aumento de la proporción de hijos que viven con sus padres y que pasan a depender económicamente de ellos incluso tras graduarse.

Sin duda alguna una interesante postura que está tomando mucha fuerza en las generaciones actuales no solo en Japon, si no tambien aqui en latinoamerica y nos da mucho para analizar.

Fuente: Yahoo! News Japan.